(Henkel García/ Opinión ACN).- Pedro Pérez es un inmigrante europeo que llegó a Venezuela a los 15 años, durante la oleada de personas que ingresaron al país en los años 60s. Con una gran vocación de trabajo poco a poco construyó una pequeña fábrica, la cual año tras año fue creciendo hasta llegar a contratar a 50 personas. Todos apreciaban al señor Pérez por su gran capacidad de trabajo y su amabilidad con clientes y trabajadores.
La sobrevaloración del bolívar, producto del anclaje del tipo de cambio mientras internamente tenemos una constante alza de los precios, hizo que el producto que fabricaba el señor Pérez fuese significativamente más caro que el importado. Sus costos subían mes a mes sin que nada pudiese hacer. Ya no era rentable fabricar dentro del país. Muy a pesar suyo tuvo que despedir a personas ya que le resultaba imposible pagarles sus salarios, muchos de ellos tenían más de 20 años trabajando al lado suyo. El cariño mutuo los hacía sentir como una familia la cual era separada por razones económicas.
Los últimos meses fueron desgastantes desde el punto de vista emocional. El señor Pedro le costaba conciliar el sueño cada noche. Añoraba la época en la que los incentivos de las políticas económicas estaban de su lado. Pero ahora la angustia es aún mayor una vez que el Presidente instó a las personas sin viviendas a tomar los galpones vacíos. El suyo tiene muy poco uso, ya que la producción de su fábrica está en el mínimo. Pérez tiene miedo que le sea arrebatado todo su patrimonio, el cual no fue regalado, es un patrimonio trabajado ardua y duramente por más de 50 años. En esas eternas noches se pregunta “¿Valió la pena invertir y trabajar en este país?”
Muchos de ustedes conocerán casos similares al de este personaje ficticio que me permití crear. Este drama se extiende a quienes también creyeron en el país y en vez de sacar su dinero decidieron comprar otras propiedades, muchas de ellas para alquilar y así poder garantizarse un ingreso para su vejez. Lo que tenemos alrededor es un ambiente hostil para muchos agentes productivos dentro de Venezuela.
En lo personal toda esta situación me causa gran preocupación. Este país requiere CONFIANZA, confianza en nuestra moneda, certeza en que nuestros patrimonios no sean abruptamente arrebatados de una manera injustificada. El actual ambiente no es propicio para la inversión, la gente tiene miedo y eso, al igual que la inflación, es un mal que se ha mantenido por décadas, pero los últimos años ese sentimiento de miedo, zozobra y desconfianza se ha visto intensificado.
Es claro que necesitamos rectificar el rumbo. Creo que este cambio debe provenir de un gran acuerdo y diálogo nacional, sólo así podremos recrear un escenario que nos permita, a todos los venezolanos, empezar a creer en nuestro país. Sueño con ello todos los días y creo que muchas personas, como el Señor Pérez, también.
sábado, enero 29, 2011
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2 comentarios:
Amén Henkel ...
La revolucion es un invento de Chavez para asustar a los ricos y enganhar a los pobres!!!
GC
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