Una vez que los gobiernos aplican controles de precios
a ciertos bienes y servicios podemos observar dos consecuencias inmediatas: escasez
de esos bienes y servicios y la aparición de mercados alternativos que transan
los productos controlados a precios distintos a los oficiales.
En Venezuela tenemos una larga historia de este tipo
de eventos. Diferentes gobiernos han decidido aplicar controles de precios para
evitar subidas en determinados productos, primero lo hacen como una medida
circunstancial y temporal, pero después se quedan como política regular. Los
consumidores, que inicialmente sentimos un alivio en nuestros bolsillos,
prontamente nos percatamos de la ineficiencia de las medidas ya que vemos como
los productos (o modalidades de empaque y calidad de los mismos) desaparecen de
los anaqueles de las tiendas o supermercados. Un fenómeno similar sucede con el
control de cambio.
En Venezuela el precio del dólar tiene una destacada
importancia. Desde el punto de vista fiscal determina buena parte del ingreso
del Estado. Por otro lado, afecta a los montos que debemos desembolsar por
nuestras importaciones, y por último, determina cuantos bolívares por dólar
terminan utilizando aquellas personas que quieren ahorrar en una moneda que no
pierda tanto poder de compra como lo hace el bolívar.
Varios gobiernos venezolanos han caído en la tentación
de recurrir a este tipo de políticas para controlar las variables arriba
señaladas. Las consecuencias ya todos las sabemos, escasez de divisas y la
aparición de un mercado negro. En la actualidad otros países también están bajo
un régimen de control cambiario y los problemas que tienen son muy parecidos a los
de Venezuela. Entre esos países están Irán y Argentina cuyo mercado alternativo
le llaman Blue.
A este punto de la reflexión es conveniente recordar dos
de las características principales de un mercado eficiente. Uno, gran cantidad
de compradores y vendedores; dos, información precisa, completa e instantánea
de todo lo que respecta al mercado y al producto que se transa. Los mercados
negros por lo general no cumplen cabalmente estas características y menos en
Venezuela donde la Ley de Ilícitos Cambiarios complica más la situación tanto
en la oferta y demanda de las divisas, como en la información del mercado
alternativo que quiera el gobierno o no existe y además funciona como válvula
de escape para muchos actores económicos.
La “ilegalidad” y la satanización del mercado
alternativo nos termina afectando a todos, inclusive al propio gobierno. Se
niega la existencia de un mercado que pudiese ser útil para la economía, pero
que dicha utilidad dependerá del orden y eficiencia que le dé el gobierno,
quien por cierto tiene el monopolio de las divisas.
Hoy por hoy la situación de ese mercado tiene
preocupado a mucha gente y es poca la información que se puede recolectar y que
se puede suministrar al respecto. Muchas empresas, buena parte de ellas
pequeñas, tienen que acudir a ese mercado alternativo para conseguir las
divisas necesarias para operar, ya que por una u otra razón no tienen acceso a
CADIVI o SITME. Hay que recordar que en el tiempo que operó el mercado permuta
pudimos palpar una estimación de cuánto era la demanda diaria extra-CADIVI, esta
cifra se ubicaba alrededor de US$ 100-120 millones diarios. SITME sólo suple
1/3 de esa cantidad, lo que deja por fuera a una buena parte de la demanda, que
para sobrevivir tiene o tuvo que recurrir a vías no tradicionales.
El interés de los diferentes gobiernos de no revelar
información sobre los mercados negros se basa en la no aceptación de precios
mayores a los fijados de manera oficial. Es el reflejo del miedo a que los diferentes
precios que se manejen en la economía terminen manifestando la depreciación de
la moneda de curso legal, en nuestro caso el bolívar. Ese esfuerzo es
infructuoso, ya que a pesar de las medidas que se tomen, y más en el mundo
hiperconectado de la actualidad, las personas van ajustando los precios de los
bienes y servicios que ofrecen en base a las expectativas de pérdida de poder
de compra del Bs y por ende a un tipo de cambio que exprese esa realidad.
El verdadero problema viene cuando ese proceso de
fijación de precios está lleno de incertidumbre y desinformación. El empresario
fijará el precio teniendo como referencia el peor escenario que perciba, que en
el ámbito que tratamos se aproxima al tipo de cambio más elevado que el consiga
entre la información parca y difusa que tenemos. Este proceso nos termina
perjudicando a todos, ya que ese precio de referencia podría estar alejado de
la realidad económica actual, es decir, quizás con un mercado alternativo más
ordenado, que provea más información y con un esfuerzo de colocación de oferta
supervisada y bien dirigida por parte del gobierno se podría obtener mejores
resultados de los que tenemos ahora.
Escribo sobre este tema que pocos se animan a tratar, porque
creo que es pertinente y hasta urgente que el gobierno se despoje de ciertos
prejuicios acerca del mercado negro de divisas y asuma lo que allí acontece por
el bien de todos los ciudadanos. Ojalá que las medidas cambiarias que están por
venir tomen en cuenta lo que acá hemos reflexionado.