Distinguido Presidente del
Consejo Superior Señor Hernán Anzola
Distinguido Rector Benjamín
Scharifker
Distinguidas Vicerrectora Académica Mercedes de la Oliva
Vicerrectora
Administrativa María Elena Cedeño
Secretario
General: Mary Carmen Lombao
Distinguidos Decanos,
Directores de Escuela y Profesores
Empleados y trabajadores
Graduandos y Familiares
Para mí es un honor dirigir
estas palabras a todos ustedes, no sólo por ser egresado de la Universidad
Metropolitana, sino porque muchos de los presentes pertenecen a una generación
que respeto y admiro profundamente. Ustedes juegan un rol protagónico en el
momento histórico que vivimos, pero de ello hablaremos un poco más adelante.
Hay tres temas de los que les
quiero hablar el día de hoy.
El primero tiene que ver con el
miedo. El miedo es una de esas emociones que nunca nos abandona, con la que
tenemos que convivir a diario, una emoción que a veces tiene un desastroso
sentido de la oportunidad. Uno de esos miedos con el que seguro se han
encontrado y se seguirán encontrando, se refiere a la experiencia de hablar en
público, y si hay un miedo del que puedo hablarles es sobre ése*. Sí,
muchas veces cuando estás parado frente a un grupo de personas a punto de
hablar, el miedo es tal que no sabes si luchar o huir. La sangre se congela, la
voz se resquebraja, tu corazón late de una forma que pareciera salirse de tu
pecho. No es casualidad que en numerosos estudios de opinión se recoja que las
personas le tienen más miedo a hablar en público que a la misma muerte.
Pero ¿Qué hay detrás de ese
miedo? Se encuentra uno que posee un orden de jerarquía superior, el miedo al
fracaso. La sociedad ha etiquetado al fracaso como algo en extremo negativo,
detrás de ello lo que existe es un aspecto perfeccionista que poco nos ayudará
en nuestra carrera profesional. Detrás de cada fracaso hay un aprendizaje,
cuando se ve de esa forma resulta sensato tener una actitud positiva ante cada
oportunidad de aprender. Ese miedo al fracaso también viene acompañado de un
sesgo algo egocéntrico e infantil, porque pensamos que el mundo nos presta más
atención del que en realidad nos tiene. Es muy probable que pocos se enteren de
esas fallas o fracasos que ocasionalmente tengamos, y también es probable que
muchos de los que se enteren nos apoyen antes de juzgarnos o darnos la espalda.
En fin, como dicen Stephen Dubner y Steve Levitt autores de los libros
“Freakonomics” y “Piensa como un freak”, “Fracasa bien, fracasa rápido, fracasa
productivamente y el fracaso de hoy te allanará el camino para el triunfo del
mañana.”
Lo segundo de lo que quería
hablarles es sobre el éxito. Acá quiero compartir dos visiones. La primera es
la del premio Nobel de Economía, el Psiquiatra Daniel Kahneman. El nos cuenta
que el éxito puede definirse como la suma de talento más suerte. Sí, la
sumatoria de ambas, es decir, que por momentos puede haber personas que luzcan
exitosas no por su talento, sino porque han gozado de una suerte inusual.
También puede haber personas que parecieran no ser exitosas, no porque carezcan
de talento sino debido a que han tenido una muy mala racha en lo que al azar
respecta. Pero Kahneman apunta que en el largo plazo la suerte es pareja para
todos, y en ese mismo largo plazo serán exitosas aquellas personas que además
de su talento tuvieron la suficiente perseverancia para que la suerte soplara a
favor.
La otra visión es la de Marc
Andreesen, emprendedor emblemático en el sector tecnológico. Andreesen nos
ofrece una idea contraintuitiva y que derrumba unos cuantos clichés y
paradigmas acerca del éxito en una carrera profesional. Para él la idea de “haz
lo que amas, lo que te apasiona” puede ser un consejo peligroso, ya que muchos
no han alcanzado el éxito siguiendo ese camino. Como alternativa nos debemos
dedicar a aquello que contribuya más a la sociedad, aquello que aporte más
hacia los demás. Es una confrontación entre el valor que creamos para otras
personas y nuestro ego. Paradójicamente, al concentrarnos en lo que contribuye
más, es frecuentemente lo que nos ofrece mayor satisfacción personal y lo que
facilita nuestro paso hacia el éxito. Sin embargo, lograrlo no será una tarea
sencilla ya que tendremos que abandonar la tendencia narcisista de la sociedad
moderna, para así concentrarnos en los demás y no en nosotros mismos. No me
queda la menor duda de que a través de ese recorrido encontraremos el verdadero
éxito y la genuina satisfacción individual.
Lo tercero, por supuesto, es
hablarles de Venezuela. Esta Venezuela duele, nos duele a todos sin importar
nuestra edad, nuestra parcialización política, nuestra clase social. Es una
Venezuela que clama a gritos un nuevo rumbo, y ustedes lo han dejado muy claro.
Hoy vemos nuestro futuro comprometido. Venezuela es un barco que se hunde en lo
económico, es un barco a la deriva en lo político, y en lo social Venezuela es
un poco de personas asustadas montadas en esos barcos. Sí, nos urge darle
rumbo. Eso va mucho más allá de un hipotético cambio de gobierno, pasa por
pensar con detenimiento qué queremos en lo institucional, pasa por delinear cómo
visualizamos nuestra relación con el petróleo y con el Estado.
Debemos cuestionarnos ¿Tenemos
instituciones fuertes, incluyentes e independientes que defiendan al ciudadano?
¿Es el Estado responsable y eficiente en su política de repartición de renta?
¿Esa renta se transforma en infraestructura y servicios públicos de calidad o
simplemente se consume? ¿Hay lineamientos institucionales y constitucionales
que delimiten el uso de esa renta? ¿Tenemos un verdadero modelo productivo que
genere bienestar de manera sostenible?
Sin duda hemos fracasado, y lo
hemos hecho de manera espectacular. Pero como ya hemos revisado, el fracaso no
debe ser recibido con celebraciones, pero sí podemos abrazarlo como una
necesaria vía para aprender. De poco valdrá el sufrimiento y dolor que hoy
sentimos si no identificamos las causas de nuestro fracaso, y si no tomamos
decisiones ante él.
Es vital para ese proceso de
aprendizaje y rectificación, que se realice en medio de una armonía social,
algo que no hemos tenido por décadas y que la posibilidad de tenerla está más
cerca que nunca. Para ello debemos empezar por cambiar nosotros mismos y a la
vez ser motivadores para el cambio de muchas más personas. Basta de
intolerancia, basta de que ciertos grupos se vean como enemigos encarnizados,
basta de ideologías que sólo buscan darle algo de sustento a una división sin
sentido. Esa armonía se logrará a base de tolerancia, de respeto por las ideas,
a través de la dialéctica y la argumentación, se logrará por la vía del
reconocimiento mutuo, se logrará como un proceso que partirá desde el
individuo, se propagará a través de las masas y finalmente permeará en el
liderazgo político.
Lo que vivimos hoy es el costo,
duro costo de tener una Venezuela que tiene enfrente un futuro prometedor.
Talento sobra, ustedes son una muestra fiel de ello, y la suerte sin duda no
tardará en soplar a favor.
¡Felicitaciones!
Muchos éxitos para ustedes,
mucho éxito para Venezuela
Muchas gracias a todos
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