Hay un debate que debemos dar de manera abierta, y
tiene que ver con el avance y fracaso de la planificación central en Venezuela.
Muchos han sido los intentos que la presente gestión ha realizado para
controlar y ahogar la economía. Hoy nos toca vivir las consecuencias de una
forma de plantear políticas económicas que ya ha fracasado en múltiples
oportunidades. Mientras tanto, el importante rol que tiene el mercado y la
formación de precios ha sido relegado, negado y hasta vilipendiado.
En los últimos años los venezolanos fuimos los
conejillos de indias de un experimento ya realizado en el pasado, tanto por
nosotros mismos como por otras naciones. En medio de sendos booms petroleros,
el gobierno decidió llevar a cabo férreos controles de cambio y de precios con
la excusa de “salvarnos” de las “peligrosas” consecuencias que una economía de
mercado trae consigo. No sé si valga la pena rescatar la intención, pero la
dura realidad muestra lo que era sensato esperar, el fracaso de esos controles.
China y la Unión Soviética intentaron, sin éxito,
imponer un régimen de planificación central. En ambos procesos los precios no
subían o bajaban para balancear la oferta y demanda de los productos. Ambas
economías no contaban con el inmenso valor informativo que proporcionan los
precios formados en un libre mercado. Este hecho impedía que los recursos
fuesen a los lugares que realmente eran necesarios, lo que a su vez tenía un
terrible efecto tanto en la producción como en la productividad. Los
planificadores centrales fallan porque la producción en sus modelos es incapaz
de adaptarse a las necesidades de la comunidad.
En Venezuela vivimos un proceso similar. La política
de controles beneficia a unos pocos y perjudican a las mayorías. Precios que
son forzados a mantenerse por debajo del precio del mercado generan escasez, en
ambiente de escasez sólo son beneficiados aquellos pocos que pueden adquirir
los productos con esos precios fijados, los demás demandantes y también los
productores salen perjudicados con este tipo de prácticas. Y como ya hemos
explicado anteriormente, hoy los venezolanos no tenemos muy claro sobre cuales
productos estamos dispuestos a pagar más o menos. Estamos en la peligrosa
situación en la que no estamos dirigiendo tanto esfuerzo como recursos hacia
los destinos que nosotros como sociedad queremos y deseamos. Es por ello esa
sensación que nos lleva a pensar en voz alta o en voz baja que “las cosas no
funcionan bien”.
El otro aspecto a considerar es el inmenso poder que
tienen los planificadores sobre la economía. Ellos creen saber nuestras
preferencias y en base al criterio de una élite se nos imponen precios y un
conjunto de productos que son los que “deben” producirse o importarse. Ese
poder les da una gran discrecionalidad, la cual termina en decisiones
arbitrarias y ajenas a lo que de verdad la sociedad necesita. Por otro lado,
todo ese poder desmedido y no controlado desemboca en la formación de grupos
inescrupulosos que aprovechan las fallas del sistema para enriquecerse tanto
ellos como los grupos cercanos que los acompañan.
Los mercados tienen sus fallas, son una invención
humana que por cierto fue creada mucho antes del nacimiento del capitalismo. Si
esos mercados trabajan bajo un marco institucional claro, con reglas y
procedimientos que garanticen su buen funcionamiento, entonces funcionarían
como el medio propicio para dirigir el trabajo y los recursos hacia donde
agreguen más valor social, hacia donde generen mayor bienestar colectivo.
Como menciona John McMillan en su extraordinario libro
“Reinventing the Bazaar”, así los mercados tengan sus fallas, seguramente estos
cometerán menos errores que los planificadores centrales, y eso es porque en el
proceso de pronosticar y de toma de decisiones está involucrado mayor cantidad
de personas. Y mientras más competitivo sea el mercado, mayor el número de
actores participando activamente en ese proceso.
Creo que llegó la hora de discutir de forma seria,
como Venezuela debe dirigirse hacia una economía de mercado. No será una tarea
fácil, porque el diseño de esos mercados, el marco institucional y regulatorio
debe realizarse de manera cuidadosa. Lo que sí tengo claro es que esa tarea es
tan importante, que no debemos dejar que los asuntos ideológicos intervengan en
las discusiones. Ya ni en los países ex-comunistas se discute sobre el rol de
los mercados en las economías, y es un vergonzoso retraso que acá todavía se
cuestione.
Henkel
García
Analista e Instructor en Finanzas.
Presidente de Visión de Inversión
Director de @Econometrica IE C.A.
Maestría Administración, mención en Finanzas UNIMET
Twitter:
@HenkelGarcia